Todos los fanáticos de Megadeth saben quién es David Ellefson. Y saben de su pelea con el colorado. Saben de esos 10 años y esos tres discos en los que el bajista se bajó del proyecto, sacó los trapitos al sol y se dedicó a sus propios planes. Y saben que una de las razones para festejar la salida de TH1RT3EN es la vuelta de Ellefson. Claro que, según se advierte en las 13 canciones del álbum (menos mal que le dieron un giro visual al nombre del disco que además es.....el decimotercero de estudio), esas renovadas cuatro cuerdas se hacen sentir. No es que James LoMenzo hubiera desentonado en los últimos dos discos. Pero con Ellefson es otra cosa. Sus golpes de bajo son demenciales.
Muy que le pese a Mustaine, su "unión" en el monstruoso "Big Four" con Metallica (si, su odiado Metallica, que además sacó su disco con Lou Reed sólo un día antes de que TH1RT3EN viera la luz), Antrax y Slayer, parece haber revitalizado a la banda.
Los riffs son contundentes (New World Order, que ya estuvo en la banda de Duke Nukem, o Black Swan, bonus track de United Abominations) y el headbanging está asegurado con Sudden Death, Public Enemy Nº 1, sobre parte de la vida de Al Capone, o Whose Life (Is It Anyway?).
Al correcto Shawn Drover se suman los machaques de Mustaine y de Chris Broderick quienes demuestran que, al menos para mover las manos, los años no pasan. Y para los que tuvieron la oportunidad de verlos en Buenos Aires en abril del año pasado, cuando llegaron para celebrar los 20 años de Rust in Peace, no es un detalle menor advertir que, al menos en el estudio, el colorado recuperó buena parte de su voz. Y eso también es para festejar.